No es suficiente con verlo en un mapa, en una serie de televisión o que te lo cuenten. No, hay que verlo en vivo y sentir cómo el gesto se te desencaja. Durante unos días de vacaciones en los que decidimos bajar a Málaga a ver a unas amigas pasamos, de camino al Cabo de Gata, por delante de millares de toneladas de metal y plástico.
Jamás en mi vida me habría imaginado algo así y la desazón que dejó en mi corazón fue tan inmensa como los kilómetros de invernaderos que nos rodeaban. No lo digo solo por el plástico de las construcciones, sino por toda la basura y los restos metálicos que rodeaban cada vivero. Invernaderos destartalados sin recoger, metros de plásticos blanco volando de un lado a otro y enganchados en árboles, montones de basura mirases por donde mirases.
Me surgen muchas preguntas, ninguna dirigida al consumidor: muchas veces no sabemos, o no queremos saber, de dónde viene lo que comemos; cómo afecta al entorno el tipo de industria que estamos consumiendo. Tenemos mucho que aprender. Somos más poderosos de lo que pensamos, de lo que nos gustaría. Somos la chispa que genera el cambio, un cambio que genera miedo y, al mismo tiempo, nos otorga mucha responsabilidad.
Mis cuestiones irían dirigidas a las personas que trabajan allí, a las empresas que tienen su imperio de aguacates, fresas o tomates bajo esas montañas de plástico. Esa tierra te está dando de comer, ¿por qué la desprecias de esa manera? No se muerde la mano que te da de comer.
En ese lugar es palpable el mal trato que estamos dando a la Tierra y la imagen es desoladora. No es cierto que necesitemos estas monstruosidades para dar de comer a toda la humanidad; no es cierto que tengamos que comer aguacates y fresas en invierno; no es cierto que la agricultura tradicional no sea suficiente. No lo es.
Otra aspecto que me sorprendió es ver cómo marcas que teóricamente velan por el respecto al suelo, por los tratamientos naturales, por los procesos exentos de sustancias dañinas; marcas con un Certificado Ecológico e incluso Biodinámico tan complicado y costoso de conseguir para los pequeños agricultores, estén trabajando en un lugar como ese tan alejado de lo natural, tan poco implicado con el aspecto emocional. No conozco sus motivos y soy consciente de sus necesidades pero aunque me lo justificasen, me costaría entenderlo.
Suena a crítica voraz, lo sé, pero solo es un pensamiento en alto, un grito al cielo, un desahogo ante un paisaje que me dejó estupefacta. Me habían hablado de él, lo había visto en la tele pero jamás pensé que me fuera a remover tanto como los 55 kilómetros de Mar de Plástico que cruzamos por la autopista. Un mar en el que ningún ser vivo en sus sano juicio querría surcar.
¿Qué sucede con este mar de plásticos?
Me gustaría dejarte con 3 opiniones de personas que considero expertas y con amplio conocimiento en la materia.
Erina Wild, permacultura, regenerativa, sostenibilidad y vida consciente. Ofrece asesorías, servicios online y talleres presenciales.
«Para aportar a tu contenido, Irene, yo si seré crítica con los consumidores. Bueno, crítica pero de manera constructiva. Pues se que la mayoría no lo hace de forma consciente, simplemente son arrastrados por esta espiral destructiva de consumo insostenible y caprichoso, del que a veces parece difícil salir, pues la corriente es tan fuerte que parece que el esfuerzo va a ser en vano.
Por eso es tan importante la educación y los valores, porque esas son las herramientas y la fuerza que necesitamos para conseguirlo.
Es muy fácil comprarlo todo en el mismo sitio, en ese supermercado de barrio que está tan cerca de casa, o en el mega centro comercial donde lo tienes todo. Pero cuando lo haces, juegas a su juego. Al de comprar barato y tener grandes márgenes de beneficio, en detrimento de la tierra y las personas. Porque esos tomates que compras en el super en Febrero, son de esos invernaderos. Igual que los pimientos, las berenjenas o calabacines. Eso no se cultiva todo el año, en condiciones naturales, ¿pero como en el super lo venden será que si? ¿Por qué no lo iba a comprar?
Hemos perdido la conexión con los tiempos de la naturaleza y ese conocimiento ancestral de que, si un fruto se da en una temporada, será porque nos aporta lo que necesitamos en ese momento. Así es como las naranjas, cargaditas de vitamina C, se dan en invierno. Y las sandías, con tanta agua, en verano.Comer de temporada no solo es bueno para nosotros, pues de esa manera evitaríamos barbaries como esos mares de plástico, que aunque puede que haya proyectos bien diseñados, en general son sistemas de producción altamente extractivos, dependientes de grandes cantidades de suministros exteriores y sumamente contaminantes.La huerta de Europa. No señores, si en Alemania no pueden tener tomates en Febrero, que coman coles.
Pero todo esto requiere un cambio estructural de todo el sistema, a nivel económico, social y ambiental, pues al final de ello viven (y malviven!) cientos de familias expuestas a las decisiones de otros, a los mercados y los márgenes de beneficio que deciden los que mas tienen.
Difícil, pero no imposible. Como consumidores tenemos nuestro gran papel, al final nosotros financiamos con nuestras compras el mundo que queremos. ¿Empezamos a comprar a productores locales que cultivan de manera respetuosa con el entorno? Venga, ¡vamos a intentarlo!»
Noemí, del blog Viviendo Cosnciente es facilitadora de estilo de vida consciente, saludable y sostenible.
Comparte reflexiones y herramientas para llevar la consciencia a la vida cotidiana: alimentación vegetal y viva, limpieza natural del hogar, consumo consciente y sostenible, … procurando una vida saludable que a la vez respete el planeta y los seres que lo habitamos… desde la libertad, plenitud y alegría.
«La sobreexplotación agrícola, que se nos vende como la única forma posible de alimentar a toda la población, nunca es la solución.
Este abuso de poder se ejerce únicamente para satisfacer a los grandes mercados, no a las personas. Si las personas fueran lo importante, se cuidarían en todo el proceso. Pero no es así.
En los grandes invernaderos del sur no solo se explotan los suelos, llevándolos a la extenuación para la máxima producción y la contaminación con pesticidas y fertilizantes sintéticos. También se explotan a las personas trabajadoras, en condiciones de semiesclavitud, muchos de ellos sin regularizar y sin las condiciones mínimas para una vida digna y saludable.
La contaminación de los suelos, proveniente de la química, también afecta a las aguas subterráneas, de las que se sirve la población y otros terrenos para su subsistencia. Además, la cantidad de plásticos que se desechan cada temporada es inasumible para la tierra, lo que afecta directamente a las personas de la zona en primer lugar, y cada vez más a todas, porque en en este planeta nada está aislado.
Finalmente, si la alimentación de las personas fuera el objetivo, se cuidarían los alimentos para que fueran verdadera nutrición. Muy al contrario, se les contamina para que parezcan perfectos y crezcan más rápido. Porque la prioridad no son las personas, ni el planeta del que formamos parte.
Que no nos vuelvan a decir que lo hacen por nosotros.»

Ricardo Colmenares Gil es ecólogo y especialista en agricultura biodinámica por el Emerson College del Reino Unido. 20 años trabajando como docente e investigador en ecología del paisaje aplicado a la gestión de parques naturales y desarrollo rural en la Comunidad de Madrid. Con 10 años de promoción, divulgación e investigación de la agricultura biodinámica en España desde la Junta de la Asociación para la Agricultura Biodinámica en España durante esos años. 20 años como analista financiero desde la banca ética internacional para el apoyo de iniciativas de agricultura ecológica y biodinámica en España. Actualmente colabora con la asociación Agro-Cultura Con Respeto.
«Alimentos de calidad biodinámica
Muchos de los consumidores habituales de alimentos ecológicos de hoy en día no conocen que el actual mercado de este tipo de alimentos, que está respaldado y garantizado en Europa por una regulación específica, se originó a principios del siglo XX en unas conferencias impartidas en el noreste de Alemania (hoy Polonia) por el humanista, filósofo y científico Rudolf Steiner (1861-1925).
Efectivamente, en junio de 1924, este autor estableció las bases, creando ya un círculo de investigación, de lo que posteriormente se ha conocido como agricultura biodinámica y que hoy en día se reconoce dentro del mercado ecológico con el sello de fondo naranja, subrayado verde y letras blancas con el nombre de la diosa griega de la agricultura: “demeter”. Un sello que lleva utilizándose desde 1928 en el mercado internacional: https://www.demeter.es/
La imagen de la diosa griega no es circunstancial, pues esta escuela, madre de las agriculturas ecológicas/orgánicas/biológicas o regenerativas posteriores está fundamentada en prácticas que reconocen el origen y la interdependencia espiritual del ser humano, los reinos de la naturaleza, el Planeta y el propio universo en el que vivimos. Estas prácticas permiten que el ser humano pueda interconectar todos los reinos de la naturaleza a su cargo en una finca, incluyéndose a sí mismo, con sus fuentes de identidad espiritual, haciendo posible el abrazo amoroso entre la Tierra y el Cosmos, que engendra así alimentos con personalidad, con carácter, plenos de sus capacidades sanadoras, como ninguna otra forma de agricultura actual puede hacer.
Una capacidad que las posteriores versiones hijas de la biodinámica, con millones de seguidores hoy en día, han ido perdiendo por el camino y que ahora dificulta la buscada colaboración y entendimiento con otras muchas culturas indígenas con las que comparten intereses: Whitewashed Hope: A Message from 10+ Indigenous Leaders and Organizations | Cultural Survival.
Las limitaciones del paradigma científico predominante: racionalista, analítico y positivista; del que beben estas otras visiones agroecológicas no biodinámicas, no son capaces de integrar en su cosmovisión, la realidad espiritual que comparte la agricultura biodinámica con estas otras culturas indígenas, repartidas por todos los rincones de la Tierra.
En algo tan cotidiano como elegir los alimentos que consumes estás tocando imagenes del mundo y del ser humano de una trascendencia evolutiva que comprometen el futuro de la humanidad y el Planeta hasta un punto difícil de imaginar. Reflexiona, estudia y comparte con tus círculos de personas conocidas estas realidades que van más allá de la alimentación y que tocan de lleno un concepto tan de rabiosa actualidad como es el de la SALUD en mayúsculas: la personal, la social, la del Planeta y la de nuestro universo.
Decía JW Goethe (1749-1832): “No basta con saber, también hay que aplicar” o “la verdad puede conocerse, pero el bien hay que hacerlo”. Actúa ahora. Goethe, el mismo que escribió la obra El Fausto, de valor universal y en cuyos trabajos científicos Steiner, el fundador de la agricultura biodinámica, bebió durante más de 15 años antes de enunciar su Ciencia Espiritual o Antroposofía. Una visión humanista vinculada al movimiento teosófico del cambio de siglo XIX y XX, que propone la integración de los conocimientos espirituales de las grandes religiones ancestrales con el desarrollo de las ciencias naturales modernas.»
Algunos artículos interesantes:
La contaminación por plásticos de los invernaderos, un problema para las costas de Almería
Mar de plástico, la huerta de Europa
De los invernaderos al fondo del mar: la plaga del plástico agrícola en Almería
Gracias Irene por dedicar tantas publicaciones a temas ecológicos y sostenibles tan importantes para ir concienciando a nuestra Sociedad. A mí también me sobrecoge ver cómo todo el mundo, cuando va de compras, acaban con 10 bolsas de plástico de todas las compras que han hecho en una mañana. Pareciera que algunos estuvieran alardeándose delante de los demás por todas las compras que han hecho. Yo me enfurezco aunque sé que lo hacen de forma inconsciente. Es muy triste… Muy poca gente piensa en la importancia de cuidar el agua, cuidar la naturaleza, evitar al máximo el consumo de plásticos, reciclar, etc… Los comercios deberían DEJAR de ofrecer bolsas de plástico para que todos aprendamos a llevar nuestras bolsas de plástico desde casa y reciclar, reciclar todo lo que podamos…. Y ese sería un pequeño gesto a favor de la naturaleza, pero si todos lo hiciéramos se ahorrarían muchos plásticos también…. Todavía hay mucho que hacer pero hay que seguir intentándolo… ¡Gracias de nuevo!
Hola Moira, muchas gracias por tu comentario. Es cierto que a veces cuesta ser objetivo y aparecen sentimientos de rabia e impotencia en situaciones como las que comentas. Paso a paso debemos ir creando conciencia, sin perder la fe y siendo constantes. Sabiendo que todos estamos en el camino es más fácil no desesperar. Muchas gracias de nuevo por leer el artículo y querer comentar tu sentir.
Un abrazo fuerte.